Son, en su mayoría, profesionales que acompañan la tendencia de un mundo en el que decrece la tasa de fecundidad; la sociología ya estudia el comportamiento.
Adaptación de Alejandra Zamudio.
Una vez por mes, Juliana Gilli, de 35 años, tiene que
explicarle a alguien por qué no quiere tener hijos. Los padres de Natalia
Watson, de 34, la mandaron al psicólogo cuando aún no era adolescente porque
repetía una y mil veces que nunca iba a ser mamá. La maestra de Adriana
Carrasco citó a su mamá para contarle que cuando ella no iba de visita al jardín
la nena no jugaba en el rincón de la casita, con muñecas, ollas y escobas.
A todas ellas, las miran mal como si dijeran que no
quieren engordar; que no quieren pasar años sin dormir ni conocer el dolor del
parto. Que no quieren una responsabilidad de por vida. Como tantas otras
mujeres que eligen no ser madres, ellas entran en la categoría que la
sociología actual denomina NoChild o NoMo (no hijos y no madres). Forman parte de una tendencia de mujeres profesionales
y emprendedoras en un mundo cuya población envejece. De hecho, en los últimos
60 años se redujo la tasa de fecundidad a nivel mundial de cinco hijos por
mujer en 1955 a 2,5 en 2010.
"La mujer está culturalmente asociada a la figura de
madre; mujer es igual a madre para la sociedad. Por eso, cuando una chica decide
no cumplir con ese mandato, para la sociedad no es mujer. Le quitan
todas las atribuciones que a su vez le asignan a la madre, y ante esa mirada
dejan de ser contenedoras, buenas, sensibles, responsables", explica
Sabrina Cartabia, una abogada argentina de 30 años que también decidió no tener
hijos.
Radiografía del deseo
Juliana Gilli, abogada, viene de una familia
italiana en la que siempre celebran en mesas largas las Fiestas.
"Navidades llenas de niños. Sin embargo, no
es mi plan y soy consciente de eso desde chiquita. Con los años maduré mi
decisión y la vivo con naturalidad". Desde hace 15 años, su vida está
integrada por su pareja y sus dos perros. "Decidimos ser felices así.
Tener hijos es una experiencia de vida que no nos interesa. No me nace ni me
hace falta. Sé que puedo elegir y hago uso de ese derecho".
"Derecho" es una palabra clave en este asunto.
"La idea de maternidad como obligación de las mujeres es un error. El
culto a la madre surge en el territorio fundamental de la nueva moral burguesa.
La maternidad como acto casi sacramental y obligado es un invento del siglo
XIX", explica Dora Barrancos, socióloga e historiadora del Conicet. La
especialista en estudios de género sostiene que en los últimos años se ha
sacudido de manera interesante ese deber ser. Lo cierto es que muchas mujeres se preguntan si ser madres es lo que
verdaderamente desean. "Entienden que el instinto materno es una creación
extraordinaria y cultural. La emocionalidad femenina no está ligada a la
reproducción, eso es un mito."
Adriana es periodista y señala que el único momento de su
vida en el que pensó en tener un hijo fue cuando se enamoró hasta los huesos.
"A la distancia creo que si hubiera sido heterosexual probablemente me
hubiera quedado embarazada sin medir las consecuencias de un momento de
irracionalidad romántica", describe. La periodista y traductora Lala
Toutonian, de 45 años, cree que tener hijos es "una felicidad
absoluta". Sin embargo, no va a hacerlo. "Celebro que cada persona
decida tenerlos, pero yo tengo una visión realista, en mi propio concepto, y
pesimista para otros, del mundo: la abrumadora realidad y la conducta humana,
tan descarnada por momentos, hacen que sienta que no es lugar para hijos".
Durante años, la diseñadora gráfica Gabriela Junco, de 44 años, se presentaba ante los hombres: "Hola, me llamo Gabba, soy de Leo y no quiero ser madre". Siempre lo
tomó como un mandato social y le parecía que tenía que hacerlo, por lo
menos en las primeras semanas de una relación. "Ser padres es un deseo muy
esperado para algunas personas y no hay que hacerles perder tiempo". En pareja
desde hace cuatro años, reconoce que "es difícil" relacionarse con
amigos que deciden tener hijos. "Los temas de conversación pasan por las mamás y sus aventuras de pañales, te hacen sentir sapo de otro pozo, como si no pudiéramos
entender, cuando en realidad simplemente no nos interesa. Pero cuando explicás
que no quieres ser madre, la incomodidad pasa al bando de ellos. Nunca estuve segura de lo que le
podría dar a un ser que me va a tomar como modelo de su vida. Todos fuimos
hijos, no sé si todos podemos ser padres".
Natalia Watson dice que si bien lo supo siempre luego de
años de terapia decidió que ser madre no era para ella. "No me voy a
bancar la frustración de equivocarme con un hijo, no tengo derecho a arruinarle
la vida." La libertad como bandera inquebrantable es su otro argumento:
"No quiero hacerme a un lado para atender a un hijo tal como creo que
habría que hacerlo, me quiero para siempre con la vida que tengo hoy".
Fuente: Lucila Rolón www.lanacion.com.ar
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